sábado, 19 de abril de 2008

Kevin Carter, tomó esta fotografía en 1994, ganando el premio Pulitzer de fotoperiodismo. En una pequeñita aldea de Sudán ( Ayod) a una distancia mínima de un campamento de las Naciones Unidas, Carter disparó su cámara, sin más afán que su trabajo, dado que no hizo nada por ella. Esta fotografía se hizo famosa al igual que sus dos protagonistas, el fotógrafo y la niña, que iba en busca de ayuda al campamento y a la que le acecha el buitre en sus últimos alientos; pero que importa que ella se hiciera famosa, ¿si la persona que más cerca estuvo de arrebatarla de la muerte no le tendió la mano?. ¿ Es justo qué alguien por el mero hecho de un trabajo o un premio deje todo lo que está a su alrededor de lado, su moral y ética, y lo más importante su humanidad? Estamos en un mundo consumista, que nos lleva al extremo más radical de egoísmo y crueldad.Al recibir el premio, Carter declaró que aborrecía esa fotografía: “Es la foto más importante de mi carrera pero no estoy orgulloso de ella, no quiero ni verla. La odio. Todavía estoy arrepentido de no haber ayudado a la niña”.Cuatro meses después, abrumado por la culpa y conducido por una fuerte dependencia a las drogas, Kevin Carter se quitó la vida. Aunque esto no ha hecho más que alimentar la leyenda de Carter, muchas veces de nada vale arrepentirse más tarde, ante determinadas situaciones hay que pararse y hacer un balance de lo que está ante nuestros ojos.

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